Las Guerras: un fracaso colectivo en la búsqueda de la Paz

Reflexión sobre la naturaleza frágil de los acuerdos internacionales y el papel de la violencia en las guerras modernas.

Las guerras se hacen siempre entre perdedores. Es el gran fracaso de la convivencia. La historia avanza de fracaso en fracaso. ¿Hasta cuándo? ¿Por qué nos empeñamos en seguir fracasando?

Este artículo publicado por la revista Ciutat Nova en el apartado del blog reflexiona sobre el fracaso de la guerra de la mano de su autor  Francesc Brunés

 

Cada vez que estalla una guerra, es un gran fracaso para toda la humanidad. Un fracaso más. Y ya son… Parece que no aprendemos a convivir en paz. La calma aparente es demasiado a menudo fruto de pactos, acuerdos y tratados. No es la calma de la comprensión, la tolerancia, la fraternidad. Es una paz demasiado frágil, con pies de barro, propensa a derrumbarse cuando la tensión aumenta.

Infografía reflexiva sobre el fracaso de las guerras
Infografía reflexiva sobre el fracaso de las guerras

 

¿Quién sabe cuántas guerras estallarán hoy? Guerras grandes, guerras pequeñas, guerras minúsculas. Guerras entre personas, pueblos, religiones, naciones… Guerras de intereses, al fin y al cabo. Fracaso tras fracaso. Guerras que siempre tienen que ver con el poder, las relaciones asimétricas, predominios y prejuicios. Estallidos de violencia nacidos de las violencias; de esas visibles y, muy a menudo, de esas invisibles. Violencia de bota y casco, violencia de mano plana, violencia de cuello blanco y pulido; violencias que agravan las injusticias y engordan las desigualdades. Y el estallido parece inevitable, un nuevo fracaso está servido.

El mundo, las sociedades, la humanidad evolucionan en casi todo menos en la paz. Quizá habría que preguntarse, por qué. Los grandes avances tecnológicos que deberían estar al servicio del bienestar de todas las personas se sitúan a menudo al servicio de los señores de la guerra. Se inscriben en la plantilla de los intereses económicos en la destrucción de nuestro planeta. Es evidente que lo que llamamos progreso no evita la salvajada de las guerras. ¿Acaso no es un progreso verdadero? ¿Quizás hay que progresar en otros ámbitos de la vida?

Parece evidente que, tal como lo tenemos entendido hasta ahora, el progreso económico y tecnológico no son suficientes para evitar las guerras. Los intentos de gobernanza global, las instituciones y los tratados internacionales no logran evitar los estallidos violentos. Parece evidente que este camino resulta del todo insuficiente y, en algunos aspectos, quizá equivocado. La negociación y el acuerdo deberían sustituir a los drones letales y los misiles teledirigidos; pero, por supuesto, la ingenuidad no es bienvenida en este terreno de juego.

Incluso podría ser que la negociación no fuera suficiente porque todo depende del contexto en el que se produce. En un contexto de corrupción, las negociaciones son corruptas. En un contexto de competencia extrema, son feroces. En un contexto de solidaridad, son alternativas para encontrar soluciones que tengan en cuenta las necesidades de las partes. Es, por tanto, el contexto ético en el que se produce cada negociación lo que le confiere sus atributos. Y ahí radica posiblemente el meollo de un camino que permita avanzar hacia un mundo de paz.

¿Cómo asegurar contextos éticamente positivos para negociaciones que conduzcan a la paz? Casi seguro que esto sólo es posible con personas negociadoras empapadas de convencimiento por una sociedad en la que las relaciones se basan en el respeto, la igualdad, la justicia y la fraternidad. Personas que no se ponen ese vestido sólo cuando van a negociar, sino que lo llevan de serie, forma parte de su estilo de vida.

Ya existe un gran ejército de hombres y mujeres de buena voluntad que esgrimen el arma del diálogo, de la tolerancia, la empatía, la solidaridad y el compromiso por los más débiles, para hacer de sus relaciones, espacios de paz y fraternidad. Es un ejército que siempre necesita nuevas incorporaciones, nuevos refuerzos. Es un ejército de personas anónimas que se esfuerzan por mantener y profundizar la paz en sus corazones y transmitirla a su alrededor. Es necesario que se incorporen también a él personas que ocupan cargos representativos en gobiernos e instituciones que pueden hacer posible que, aquella llama de la paz que arde en su interior provoque un gran incendio de paz en todo el mundo.

Es una apuesta que puede parecer ingenua, cierto. A mí me parece más una necesidad que una ingenuidad. Podemos seguir explorando otros caminos, y ciertamente es necesario hacerlo. A mí no se me ocurre ninguna propuesta más eficaz que la de favorecer todo lo que aporta paz, de la de verdad, en el corazón de cada persona. Una chispa, puede convertirse en un gran incendio. Muchas chispas, pueden acabar quemando todos los estallidos violentos, para instalar la paz.

 

Artículo de Francesc Brunés para la revista  Ciutat Nova