La paz no es un tratado. Es una conquista interior
Entrevista a Carlos Palma, fundador de Living Peace
Por Anabel Prieto | Docente |La Paz no es un tratado. Es un conquista.
«Hace más ruido un árbol que cae que un bosque que crece», dice con voz pausada Carlos Palma, fundador de Living Peace International, mientras evoca su experiencia a bordo de La Nave Bel Espoir, una travesía que recorre el Mediterráneo sembrando algo más que buenas intenciones: siembra paz. | interior.
Lo entrevistamos en el marco de su participación en un proyecto apoyado por la Fundación Giordani Mediterranew, una iniciativa que ha reunido a más de 200 jóvenes de diversas religiones y culturas para recorrer durante ocho meses los puertos del Mediterráneo, en busca de una sola cosa: humanidad.
“¿Qué hizo que la paz dejara de ser una idea para convertirse en urgencia?”
Carlos no duda: “Fue en Jerusalén, durante la primera intifada. Una niña palestina me preguntó el primer día de clase: ‘¿Nos puede decir qué es la paz?’. Tenía diez años. Nunca había vivido un solo día sin guerra.”
Aquella pregunta, recuerda, le atravesó como un cuchillo. Más tarde, sobrevivió a una explosión en el barrio judío. “Cuando salí del hospital, sólo me rondaba una pregunta: ¿Carlos, qué estás haciendo tú por la paz?”.
En el barco, Dios hablaba en todas las lenguas
La experiencia en la Nave Bel Espoir no ha sido un simple viaje. Ha sido un laboratorio humano en alta mar. Allí, en medio del conflicto creciente entre Israel e Irán, Carlos y los jóvenes vivieron momentos únicos:
“Era viernes. Un joven musulmán dirigió la oración. Estábamos todos allí, cristianos, no creyentes, tripulantes… y postrados en el suelo. Terminamos abrazándonos, llorando. Sentí que estábamos viviendo un momento de Dios.”
Por la tarde, los musulmanes asistieron a la misa y rezaron el Padre Nuestro, escrito a mano en papelitos. “Ahí te caen todos los prejuicios. Descubres el corazón humano, más allá de etiquetas.”
El dado de cartón que movió a millones
En Egipto, en plena revolución, Carlos creó un dado con seis frases para fomentar gestos diarios de paz entre escolares. Lo que parecía una idea ingenua hoy está presente en más de 2.700 escuelas de 136 países. “Hay cerca de 3 millones de niños lanzando cada día un dado de cartón, viviendo una frase. La paz no necesita grandes discursos, necesita gestos.”
La paz es posible, pero empieza dentro de mí
Le preguntó Anabel: qué lo sostiene en un mundo donde la violencia parece imparable. Carlos es claro: “Yo he vivido 30 años en zonas de guerra. Pero cada día, cuando recibo la Eucaristía, pido una sola cosa: ‘Señor, hazme instrumento de tu paz’. La paz nace en el corazón.”
A pesar del ruido mediático, los misiles, el miedo, insiste: “La paz es un don, pero también una tarea. No es firmar un papel. Es una actitud vital: amar al otro, aceptar la diferencia, recomenzar cada día.”
La diferencia no separa: enriquece
En la nave, los jóvenes descubrieron algo que muchos adultos aún temen aceptar: que la diversidad no es un obstáculo, sino un tesoro. “La diferencia no debe asustar. Acoger al otro te vuelve más humano, más rico. Eso solo se aprende viviendo con él.”
El desafío: ser bosque, no árbol que cae
Carlos termina la entrevista con una imagen que aún resuena en mi grabadora: “El mundo está lleno de árboles que caen. Pero el bosque crece en silencio. Y nosotros somos ese bosque. Tenemos que darle voz.”
Y deja un desafío claro: “No te dejes paralizar por el horror. Tú puedes ser paz. Un gesto basta. Una palabra. Un abrazo. Lanza tu dado. Haz tu parte. Sé ese bosque que crece.”
Fundación G. Giordani invita a todos a sumarse a esta red de constructores de paz. Porque la paz, como bien dice Carlos, “no es una utopía. Es una elección.”