La verdadera fraternidad no consiste en dar lo que me sobra, sino en compartir lo que somos.

En tiempos donde el servicio puede transformarse en número, en slogan, la Fundación Giordani se detiene. Y propone algo profundamente disruptivo: volver al centro.
¿Qué pasa si pensamos el servicio no como un acto, sino como una estructura relacional? ¿Y si reemplazamos la idea de “asistir al otro” por la de caminar junto al otro?
Desde la fraternidad como sistema operativo y no como adorno ético, esta gramática del amor reconfigura cómo entendemos el dar, el acompañar y el estar.
Un enfoque que no solo interpela a quienes reciben, sino —sobre todo— a quienes donan. Porque en esta lógica, donar no es ofrecer desde el privilegio, sino participar activamente en la reconstrucción equitativa del tejido social.
Del acto individual al compromiso estructural
El servicio, en esta clave, no es un gesto voluntario, ocasional ni meramente compasivo. No es “ayudar al otro” desde una posición de superioridad moral o material. Como señala la socióloga Marina Subirats en sus trabajos sobre ciudadanía y justicia social, “la igualdad no se construye desde la lástima, sino desde la conciencia de derechos compartidos.”
Desde esta perspectiva, el donante no es benefactor, sino co-creador de justicia. El servicio ya no es una virtud personal, sino un deber relacional: porque el otro es igual a mí, porque no hay jerarquías en la dignidad, porque el tejido social se repara en el entretejido de reciprocidades, no de verticalidades.
El tejido social → se repara → en el entretejido de reciprocidades
El otro soy yo
El pensamiento del filósofo judío Emmanuel Lévinas nos ilumina profundamente en este punto: “El otro me convoca, me interpela, antes de toda elección.” El rostro del otro no me pide permiso: me exige responsabilidad. Para Lévinas, el servicio no es opcional, sino constitutivo del ser ético. La fraternidad comienza cuando reconozco que no hay “otros”, sino “nosotros”.

Esta visión está en total sintonía con el principio fundacional de la Fundación Igino Giordani: unidad en la diversidad, donde cada persona es espejo de mi humanidad.
Dar sin condiciones no es dar más, es dar distinto
En su célebre ensayo “El don”, el antropólogo francés Marcel Mauss ya advertía que todo acto de dar está cargado de implicaciones sociales. Dar sin condiciones es romper con la lógica del control, del mérito o del retorno. Es, como diría Amartya Sen, trabajar no solo por la redistribución de recursos, sino por la ampliación real de capacidades y libertades.
Ayudar, muchas veces, encierra una expectativa: de gratitud, de transformación visible, de obediencia incluso. Servir, en cambio, es devolver al otro lo que es suyo por derecho, aunque no tenga cómo reclamarlo.
Políticas públicas con alma
En los Países Bajos, la política de “Welfare without pity” (bienestar sin compasión), defendida por la politóloga Monique Kremer, busca romper con el modelo asistencialista para construir una ciudadanía activa basada en la dignidad. No se trata de dar ayuda, sino de generar las condiciones estructurales para que nadie dependa de ella.
En Alemania, el modelo de “solidarische Stadt” (ciudad solidaria), implementado en Hamburgo, prioriza la co-decisión ciudadana en el uso de los fondos sociales. El don, así, se convierte en acto político: deja de ser “de arriba hacia abajo” y se vuelve horizontal, comunitario, estructural.
En España, la filósofa Victoria Camps defiende la ética del cuidado no como una tarea femenina o marginal, sino como núcleo político del bien común: “Cuidar no es servir a alguien, sino reconocer su vulnerabilidad sin dejar de reconocer su autonomía.”
Ejemplos que iluminan →
En Birmingham (Reino Unido), el proyecto CIVIC SQUARE, ubicado en el barrio de Ladywood, es una community interest company (CIC) un proyecto que busca co-diseñar y co-construir espacios públicos (Neighbourhood Public Square), democratizar acceso a recursos urbanos y permitir que los residentes diseñen, posean y gobiernen infraestructuras en transición ecológica y social. |
En Ámsterdam, De Regenboog Groep es una organización que lleva más de cincuenta años acompañando a personas en situación de vulnerabilidad (pobreza, salud mental, adicciones, sinhogarismo). Centra su enfoque en la participación activa de las personas en su proceso de reintegración, promoviendo modelos de acompañamiento donde no se dirigen a ellas, sino que ellas son agentes de su propio camino. |
En Madrid, acciones gestionadas por entidades locales, que promueven la corresponsabilidad y no la asistencia unilateral han acordado con el Ayuntamiento de Madrid a través de programas en barrios como en Usera, Villaverde, Carabanchel y Fuerzasitud, la intervención comunitaria. Fomentando la participación en colectivos con vulnerabilidad laboral tareas de cuidado del entorno urbano y apoyo mutuo. |
Estos ejemplos nos enseñan que el servicio no se hace “por los demás”, sino «con los demás«.
Un desafío
Hay gestos que nacen de la obligación, y otros que florecen desde el alma.
En un tiempo donde el “ayudar” se convierte a menudo en una postal, una campaña o un impacto social, Hoy recordamos algo esencial: servir es amar, no desde la carencia, sino desde la igualdad.
Esta no es una historia de caridad ni de buenas intenciones. Es una historia de vínculos, de manos que no se extienden desde arriba sino que se entrelazan al mismo nivel. De personas que no ayudan “a los otros”, sino que construyen fraternidad real, porque entienden que el otro es yo.
En esta gramática del amor, la Fundación no actúa, late. Y cada latido tiene nombre, rostro y dignidad.
→ Acción cotidiana sugerida:
→ Pasa un día sin ofrecer nada que no aceptarías recibir tú mismo.
→ Cuando des, no pienses en lo que te sobra, sino en lo que tú valorarías si estuvieras del otro lado.
→ Mira a los ojos, pregunta el nombre, escucha sin apuro. A veces, el gesto más transformador no es lo que das, sino cómo lo das: desde la igualdad, no desde la distancia.
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