
Su experiencia nos acerca a una forma muy concreta de servicio: acompañar y compartir con personas que viven en la calle. Queríamos conocer de cerca qué significa para él esta vivencia y cómo ha transformado su manera de ver la vida, a los demás y a sí mismo.
Sobre la experiencia de voluntariado ¿Cómo llegaste a la organización y qué te motivó a empezar a ser voluntario?
— Resulta que soy scout, y el último año antes de ser monitor se busca hacer alguna actividad de servicio durante el curso, y yo conocía que en mi parroquia existía este voluntariado, me lo recomendaron y me apunté.
Describe un día típico de tu voluntariado. ¿Cuáles son tus responsabilidades principales?
— Pues yo voy los miércoles (también se sale los lunes), se empieza a las nueve en el centro del voluntariado, donde se tiene todo el material. Ahí preparamos la ruta que hace cada grupo de personas; a qué personas se ve y si hay algo importante a tener en cuenta, como llevar algo concreto que necesiten. Principalmente se lleva siempre una bolsa con café, leche, galletas, atún, azúcar, etc. Y se sale a visitar a cada persona, algunos en coche y otros andando.
Se va visitando a cada persona, las cuales ya saben que vamos a pasar. A todos se les ofrece un café o un colacao caliente, aunque realmente la comida es una excusa para hablar con ellos. Algunos tienen más ganas de hablar, y otros simplemente del Colacao. El objetivo principalmente es entablar una relación con ellos, estar un rato charlando, que sientan sobretodo que a alguien le importa como están.
¿Podrías compartir una experiencia o anécdota que haya sido especialmente significativa para ti?
— Por ejemplo se me ocurre la experiencia con Javier. Javier es una persona que duerme en la entrada de la estación de autobuses de Valladolid que tiene una prótesis en la pierna, ya que la perdió hace tiempo en un accidente,siempre me encantaba verle. A pesar de lo difícil que es su situación siempre tenía ganas de hablar contigo y de regalarte una sonrisa; su alegría y sencillez para ver las cosas te llenaban el corazón y te subían los ánimos de un momento, pero sobretodo te daban perspectiva para ver de otra forma todos los problemas de tu vida cotidiana.
Ya no le visitamos, ya que una noche le fueron a ver unos compañeros y le notaron muy mal porque le dolía la pierna, él no quería ir al hospital pero al final le convencieron para llamar a la ambulancia. En el hospital le encontraron que tenía una infección en la pierna, y que cada vez estaba creciendo más. Le tuvieron que operar de urgencia, prácticamente le salvaron la vida. Incluso a pesar de todo, en el hospital Javier seguía viendo el lado positivo de todo; iban a visitarle, le daban de comer tres veces al día, podía hablar con los enfermeros, etc.
Ahora Javi está en un albergue, con una nueva prótesis, y buscando un piso al que poder ir a vivir.
¿Sientes que el trabajo que haces genera un impacto real? ¿Cómo lo percibes?
— A veces es difícil ver el resultado que tienen nuestras acciones, ya que aunque les visitemos todas las semanas, al final casi nunca cambias la situación de calle que tienen las personas que visitamos, y eso puede llevar a la idea de que no lo que hacemos no sirve de nada, pero no es así. Es algo que he pensado mucho durante el curso, al fin y al cabo no somos asistentes sociales, y las personas que visitamos tienen situaciones muy complicadas que en última instancia solo pueden cambiar si ellos lo eligen. A pesar de ello, tienen que luchar cada día con la soledad y la indiferencia de los demás, lo cual no se merece nadie. El acto de tener gente que se acerca a verles, que les pregunta como están, como lo llevan, que se preocupan por ellos y sobretodo les hagan sentir que son personas, aunque muchos vayan a seguir en la misma situación, el hecho de hacerles sentir que son personas merece la pena. Como decía Chiara Lubich, “cualquier acto por pequeño que sea, si se hace con amor se vuelve grande”.
¿Cómo ha cambiado tu visión del mundo o de tu comunidad desde que empezaste?
— Con este voluntariado he aprendido muchas cosas, al final creo que cualquier voluntariado es una experiencia que también ayuda a uno mismo.
Hablar con personas que viven en una situación tan complicada y aislada de la sociedad, y que tienen que lidiar con cosas tan duras como no tener un sitio donde dormir, te da mucha perspectiva sobre las cosas por las que te quejas, y te ayuda a estar agradecido por todas las cosas que tienes, no solo por las cosas materiales, sino también por las relaciones y personas que me rodean en mi vida, ya que muchas de las personas que viven en la calle están ahí por haber tenido relaciones muy complicadas con la gente que le rodea.
¿Qué consejo le darías a alguien de tu edad que esté pensando en hacer un voluntariado?
— Que se atreva a hacerlo, que aunque pueda dar palo porque parezca que te va a quitar tiempo, es una experiencia que merece la pena y que te va a sumar mucho a tu persona.
Mirando hacia el futuro, ¿crees que el voluntariado seguirá siendo parte de tu vida?
— Puede que de una forma distinta, ya que hay muchas formas de ayudar a las personas, pero espero seguir implicado en iniciativas de servicio.
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