Caminos para una Estrategia Colectiva

En tiempos de incertidumbre política, crisis ecológica y pérdida de cohesión social, resurgen con fuerza las propuestas que colocan el bien común en el centro del debate. Frente al dominio del mercado y la rigidez del aparato estatal, se abren paso nuevas formas de organización que no se limitan a responder a la urgencia, sino que buscan reconfigurar las relaciones de poder desde la base: con participación, reciprocidad y corresponsabilidad.
Como plantea el dossier El Procomún y los Bienes Comunes de Economistas sin Fronteras, las experiencias de gestión colectiva no nacen sólo por eficiencia, sino como resultado de tensiones políticas y sociales que dan forma a sujetos capaces de gobernarse a sí mismos y a sus recursos comunes
Es decir, cuando las instituciones tradicionales no responden, las comunidades se reinventan.
Superar las “islas de poder”: hacia una visión estratégica común
En muchas organizaciones, cada área opera como si fuera un pequeño territorio autónomo, protegiendo su cuota de poder, su lógica operativa y su lenguaje técnico. Esta fragmentación puede parecer funcional, pero impide construir un proyecto común que oriente a todos en una misma dirección.
→ Pensar desde el tejido – y no desde las piezas
La recuperación del bien común no requiere un ideal abstracto, sino un cambio tangible: pensar desde el tejido y no desde las piezas. Tal como señala Ángel Calle, el desafío no es sólo resistir a la lógica mercantil, sino construir redes autogobernadas, con reglas claras, participación activa y horizonte político compartido
Ejemplos que iluminan un camino posible
Estrategias confederales: Organizaciones como Ecologistas en Acción han estructurado sus decisiones en redes de asambleas locales conectadas entre sí. Así, se garantiza tanto la autonomía territorial como la coherencia estratégica, sin caer en el centralismo.
Circuitos de reciprocidad: Redes de economía solidaria, cooperativas de trabajo, huertos urbanos o espacios de intercambio de saberes han demostrado que es posible organizar la vida cotidiana sobre principios no mercantiles: confianza, beneficio mutuo, corresponsabilidad.
Infraestructura compartida: Desde software libre hasta herramientas comunitarias, hay ejemplos claros de cómo las infraestructuras —físicas o digitales— pueden convertirse en bienes comunes cuando se comparten, mantienen colectivamente y se protegen del uso extractivo.
Una invitación desde la Fundación Giordani
La Fundación Giordani, inspirada por el legado del pensamiento de Igino Giordani —quien entendía la política como expresión de fraternidad, y la comunidad como camino de plenitud—, reflexiona y actúa sobre lo que significa hoy trabajar por y para el bien común.
No se trata de proclamar compromisos formales, sino de sugerir prácticas posibles y replicables en distintos niveles:
→ A nivel personal
Revisar nuestros hábitos de consumo, formas de colaborar y maneras de sostener lo cotidiano:
- Elegir prácticas de consumo consciente: priorizar lo local, lo ético, lo que genera comunidad.
- Ofrecer tiempo y habilidades a redes vecinales, comités escolares, grupos culturales o iniciativas de ayuda mutua.
- Romper la lógica del aislamiento compartiendo recursos: desde el préstamo de herramientas hasta el apoyo emocional.
- Practicar el reconocimiento: agradecer, visibilizar el trabajo invisible, celebrar lo común.
Preguntarnos a diario:
¿Qué de lo que hago construye vínculos? ¿Qué puedo dejar de hacer que alimenta la indiferencia?
→ En espacios de trabajo
Fomentar una cultura organizativa más colaborativa y orientada al bien común:
- Generar espacios regulares para compartir aprendizajes, desafíos y propuestas entre áreas.
- Usar herramientas comunes (calendarios, bancos de datos, materiales) que eviten duplicaciones y fomenten la transparencia.
- Establecer turnos rotativos para tareas de soporte o cuidado logístico, visibilizando su valor.
- Introducir prácticas simples como círculos de palabra, pausas comunitarias o mapas colaborativos de objetivos.
- Promover la escucha activa en las reuniones: dar voz a todas las funciones, más allá de jerarquías.
Transformar las estructuras para que estén al servicio de las personas —y no al revés— implica revisar ritmos, lenguajes y formas de reconocimiento.
→ En organizaciones
Fortalecer institucionalmente una cultura del común requiere decisiones sostenidas y concretas:
- Protocolos de participación real: asambleas periódicas, consultas abiertas, mecanismos de co-decisión.
- Rendición de cuentas transversal: informes claros, revisión compartida de objetivos, presupuestos accesibles.
- Redistribución de funciones: identificar sobrecargas, rotar roles de responsabilidad, evitar concentraciones de poder operativo.
- Formación interna: procesos colectivos sobre temas como gestión ética, herramientas colaborativas, gobernanza participativa.
- Evaluación de impacto social: no solo qué logramos, sino cómo lo hacemos y a quién beneficia realmente.
- Alianzas con otras organizaciones para compartir recursos, aprendizajes y desafíos comunes, desde la horizontalidad.
Estas no son soluciones cerradas, sino aperturas intencionadas. Posibilidades para fortalecer el tejido social y político, desde lo cotidiano, desde lo institucional y desde lo territorial.
Allí donde hay organización, puede haber bien común. Y donde se lo cuida, puede crecer.
Lo común no se espera| se crea + se cuida + se sostiene.
Angel Calle | La relevancia económica y política del enfoque de los bienes comunes
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